
Son guapos y se sienten seguros. Con traje son alguien. Lo piensan y sonríen. Beben whisky y fuman. Tienen sentido del humor.
Cada noche lloran al encontrarse con la verdad a oscuras y las cosas son diferentes. Ahora no son más que el espacio que ocupan. Al amanecer, las lágrimas ya no son más que ríos secos en sus mejillas, que dejan la piel tirante y sucia. Se lavan la cara y se peinan, y se ponen el traje.
Es un nuevo día. Una nueva oportunidad de parecer.